Desperté esclavo del fuego torturador
del depredador terrible e inmune
impune su avaricia insaciable
en su amable colmena
una condena amena.
Mis ojos atestiguaron milagros, millones
sus corazones y tendones entrelazados
acumulados son de un peso tan basto
y su rastro es inmundo e inefable
palpable sentí el error evitable.
La horda consumía todo lo que quería
pues así procedía su reptar corrupto
mi abrupto despertar no excusaban
pronunciaban palabras sin sonido
en mi oído, al ardor ceñido.
Pudiesen matarme de inmediato si quisieran
operan bestiales en la mente del verdugo
mas el yugo que deleita a las potestades
son verdades que difaman a las caras
Avaras las hadas en el sufrimiento.
Preguntándome el motivo era un servidor anestesiado
postrado entre el incendio contemplé bien su teatro
idolatro encadenado, y a mi lado, 100000 esclavos
clavos empedraban bienaventuradas caminatas
son piñatas de placer, de rupturas inmediatas.
Las cenizas consumen finalmente a las criaturas
puras ninfas satisfechas en deterioro ineludible
esperable necedad, y su sangre cristalizada
alcanzada la meta, la destrucción misma
cisma infinito del proveedor en sofisma.
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