La tormenta era incesante, el grupo de amigos que se encontraba esperando el fin de la lluvia pronto se tendría que marchar, les avisaba el hombre que atendía, porque iba a cerrar en menos de nada. Juan Carlos y Paula vivían relativamente cerca, podían caminar bajo la lluvia hasta sus hogares. Ximena, por otro lado, tendría que tomar algún tipo de transporte para llegar a su vivienda, que se encontraba en la otra punta de la ciudad, por lo tanto, después de despedirse de su amigos se dispuso a esperar un taxi.
Aun veía las espaldas de la pareja cuando de ningún lugar en particular apareció un auto negro que brillaba por el alumbrado nocturno y las gotas, de inmediato se frenó frente a ella, puerta abierta, una mano enguantada la invitaba a entrar, ella aceptó la invitación.
Vió el contenido del carro, un trió de encapuchados, dos atrás uno adelante, conduciendo, las sillas eran de cuero negro, fino, olía a cigarrillo de menta, el par de hombres le habían hecho espacio para que se sentara entre ellos. El conductor le dirigió la palabra a Ximena.
Conductor: ¿Para donde vamos, señorita?
Ella lo pensó por un momento.
Ximena: Vamos para mi casa, queda en...
Uno de los encapuchados soltó una risita.
Conductor: Nah, para ahí no vamos, dígame ¿Para donde vamos?
Ximena pensó mas fuerte, pero no sabía darle respuesta a la pregunta. ¿Para donde van? No tenia ni idea.
Ximena: No tengo idea de para donde vamos.
Conductor: Pues menos mal que yo ya me he aprendido el camino, imagínese si no...
El encapuchado de la izquierda soltó una carcajada, luego, un silencio incomodo, Ximena miro hacia la ventana, y no reconoció calle por la que hubiera pasado en su vida, se encontraban en alguna clase de avenida comercial, un lugar en el que en el día se encontraría gente caminando, pero que ahora estaba desolado.
En la misma dirección de su mirada se encontraba el encapuchado de la izquierda, que la miraba sin parar, cualquier rastro de su piel estaba oculto por su ropa o por la ausencia de luz, incluso sus ojos se escondían bajo unos lentes, abría sus piernas y sus brazos como si el auto fuese todo suyo.
El hombre de la derecha vestía igual, pero algo de su brazo era visible gracias a el alumbrado publico. Se sentaba de una forma similar, obligando a Ximena a cerrarse de piernas e ir apretada entre el par de sujetos.
Ximena: Debo ir a mi casa.
Encapuchado de la izquierda: Pues no, no va ir a su casa.
Ximena lo miro atentamente, se rascaba la barbilla por encima del pasamontañas mientras hablaba.
Encapuchado de la izquierda: No va a ir a su casa, hoy acabara su vida, la vamos a matar.
Ella lo escuchó, y se quedo pensativa, siguió mirándolo, esperaba encontrar una señal en los ojos de su interlocutor que le detallaran mas sobre el asunto.
Ximena: ¿Me van a matar?
Encapuchado de la derecha: Eh... No solo eso, la vamos a matar, claro, pero ademas la vamos a poner a hacer otra cosa. Si por azares del destino sobrevive, vamos a ponerla a hacer lo mismo hasta que muera.
La mujer seguía con curiosidad, con una voz como de una niña, preguntando en una entonación que elongaba las silabas.
Ximena: ¿Que cosa?
Encapuchado de la derecha: Lo sabrá cuando lleguemos.
Entonces ella miró hacia la derecha, por la ventana, y de nuevo se encontró con un paisaje desconocido, campos de ganado, baldíos, cosas que se encuentran a las afueras de una ciudad. Habían paradas del bus en algunos puntos, y en ellas se podían ver personas que esperaban a esas horas transporte, quizás de la misma forma que ella había estado esperando un taxi horas antes.
Ximena: Esto no es un tax...
Encapuchado de la derecha: Lo sabrá cuando lleguemos.
Ximena volteó su rostro subitamente hacia el frente, mirando por el parabrisas del coche, la carretera por la que atravesaban, entre la oscuridad de la noche, a lo lejos se podían ver algún tipo de viviendas iluminadas que daban fin a la zona campestre, ningún auto se podía apreciar yendo por la misma ruta.
Encapuchado de la derecha: Si, lo sabrá cuando lleguemos, ahora hágame un favor, señorita.
Ximena: ¿Eh?
El hombre sacó de uno de los bolsillos del respaldo de la silla delantera una mordaza y dos pares de esposas.
Encapuchado de la derecha: Por favor, señorita, póngase esto.
Ella fue diligente haciéndole el favor al encapuchado, se puso el aparato en la boca, colocó sus manos tras de si y se aprisionó, le faltaron un par de esposas. El encapuchado lo notó, y bruscamente agarró sus piernas, y las aprisiono también.
Ximena quiso hablar pero solo se escuchó un sonido gutural ininteligible, el hombre de la izquierda sacó un soplido risueño, el conductor movió la cabeza en señal de desaprobación. Ximena no dejaba quietos los ojos, miraba para todas partes, comenzó a forcejear con su cadenas, un presentimiento oculto la atacó, luego pavor, luego un entendimiento de la situación en la que se había encontrado, era impotente para salvarse de cual fuera el destino que le esperaba, solo supo llorar al respecto.
Encapuchado de la izquierda: ¡Ah! Ahora se da cuenta.
El sujeto de la izquierda expresó risitas, luego movió la cabeza de la misma forma que lo había hecho el conductor. Ximena se sacudía intentando zafarse de las cadenas, futilmente, sus acompañantes en los asientos traseros la empujaban con los hombros.
Encapuchado de la derecha: ¡Eh! ¡Eh! ¡Quieta! ¡Quietecita! ¿Que hace!
Ximena se sacudía, pero no tenia forma de escapar, eventualmente se tranquilizo, y mirando a sus espaldas, por el parabrisas trasero, notó que ya se encontraban dentro del área de las extrañas viviendas, que se aglomeraban en formas mas bien extrañas, y que en sus ventanas tenían extraños husmeadores, que a rato parecía que con mascaras la veían ir. No poda estar segura de que fueran hombres cabra, porque la oscuridad era completa.
Mantuvo su fijación por la vida que ahora perdería, apreciando los edificios que giraban en si irregularmente y los signos misteriosos que habitaban sus paredes. Esa era su forma de aceptar la muerte, y su ultima muestra de autonomía. El vehículo se detuvo.
Conductor: Saquen a esa perra.
La sujetaron con el tacto que se sujeta a un bulto de papas y la sacaron haciendo la fuerza entre los dos. Ella vio el lugar donde estaba, una especie de rotonda rodeada por una sola construcción, de la única puerta que tenia salia un cable, y este daba energía a una pantalla que en el centro de todo se prendía sobre un escritorio.
El par de encapuchados cargaron a la mujer hacia el escritorio, y al frente de la pantalla, la metieron dentro, como si fuera un tobogán por el que se deslizaba, pero sin la capacidad topologica. El conductor se acerco a un tipo con una cara sonrojada por el alcohol que le dio una serie de billetes. Los contó.
Encapuchado de la derecha: ¿Y ahora que?
Encapuchado de la izquierda: Esperamos a que vuelva a salir, si sale viva la volvemos a meter. Si sale muerta nos la llevamos y la enterramos.
El conductor volvió y le dio a cada uno de sus compinches su parte.
Conductor: Eso se demora, yo me voy a acostar un rato en los asientos, ustedes peguen ojo.
Y salio, como sale un bebe de su madre, y estaba llena de sangre, y estaba desnuda, o mas bien, estaba cubierta por un plástico que se le pegaba al cuerpo, como una envoltura, pero que no ocultaba nada y antes resaltaba. Todo su cuerpo estaba golpeado. Intentó pararse, pero perdió el equilibrio y se estrello contra la calle, quebrándose el cráneo y muriendo en el acto.