Me apuñalaron, pero es 2021, los tiempos cambian. El filo de la navaja que se enterró en mis órganos estaba hecho de pastel, el movimiento del brazo que sostenía el arma no estaba inspirado en rencor o hambre, sino en buenas intenciones hacia mi.
En el momento en el que en segundos el puñal volvió a clavarse en mi estomago sentí entre mis entrañas el suave calor del amor de una madre, de una almohada como nube, la suave sensación de un peluche felpudo de la infancia con el que disfruté momentos de mi niñez, jugando.
Caí al suelo, el pavimento me saludo con un abrazo, me raspe la cara y esa fue una caricia del piso. El malandro, mi nuevo mejor amigo y amante, apresuro sus manos hacia mis bolsillos para despojarme amablemente de mis pesadas pertenencias, celular y billetera. Sus dedos fueron amorosos, y el dinero que perdía era un precio mas que justo por el amor fortuito por el que ahora era dichoso.
Me desangre en medio de la calle, calentado por los rayos del sol, mis órganos estaban perforados de dulzura. Morí, y fui al infierno, en donde me esperaban con una fiesta sorpresa.
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