La definición convencional de la palabra "política" no es adecuada. Dado el organismo emergido por el cúmulo de individualidades que por causas reales se ve en la necesidad de oponerse a la entropía, es insólito pretender llamar a todos esos, que en su mayoría ni tienen que ver con la experiencia humana, entidades que ejercen la política.
La palabra política no debe, ni siquiera, salirse del democrático estanque en el que desagradablemente se fermenta, porque en el mismo sentido que las hormigas no son políticas, las formas mas primitivas del fuerte de hacerse emperador o rey no llegan a la culminación de sus misiones bajo el falso subterfugio de que el pueblo es poderoso y que debe ser escuchado.
La política es la ciencia de como, cuando y donde mentir para usar a las masas como arcilla y hacer figuritas afables, esto sin tener que obedecer a los imperativos biológicos que ordenan a las hormigas, o que posicionan en la sima al mas fuerte. Algo novedoso, una disrupción de la manera en que han venido siendo las cosas.
El votante se observa ante un espejo, y ve en si la culminación de un esfuerzo mas viejo que cristo para hacer a los malditos los herederos del mundo. El votante quiere seguir las indicaciones de la naturaleza, y hacerle frente al mundo exterior, pero el mundo exterior le recibe con un superficie blanda que desmerece el sacrificio; "la cura para el mal esta entre este par" y como el votante cree haberle visto la cara al mal, detrás de sus parabrisas, de sus pantallas, de sus lentes de aumento, votara contra el mal. Todo un proceso político, en este aspecto es cientifico este campo de conocimiento emergente.
La azarosa realidad es que este mal no es tan simple, es un camaleón, y a el está asociado un porcentaje mas alto de los colores presentes en el espectro visible, amarillo, azul y rojo. Cuando se acaban los tiempos duros nos damos cuenta; estamos todos jodidos.
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